Campeonato
de Andalucía de Duatlón de Orientación 2013 desde dentro
La mañana tenía ese puntito de frescor que te invita a
moverte sin parar en los momentos previos a la salida. Un montón de amigos
compartiendo, entre saltitos y movimientos eléctricos, como en tantas
ocasiones, ese ambiente tan especial que se respira en el deporte de la
orientación. Con todo preparado, las bicis, cascos y mochilas en la T1, la
brújula y la pinza SI en la mano, escuchábamos las últimas indicaciones e
íbamos configurando el cuerpo y la cabeza en “modo competición”. Cuando
estuvimos todos, partimos finalmente en un trote aliviador desde el parque de
meta a la zona de salida, muy cerca, en una preciosa plaza rodeada de balcones
a la sombra de la catedral.
Nos colocamos en nuestras posiciones, últimas bromas con los
colegas, deseos de suerte a todos, los mapas colgando delante nuestra, y toda
esa retahíla de pensamientos que la experiencia va escribiendo, vagamente y con
tinta deleble, en nuestra memoria: “…el norte está para allá…, tranquilo al
principio..., mira bien el mapa, no dejes ninguna baliza…, decide primero la
estrategia y luego a correr…, no mires a nadie, decide tú...”
Tres, dos, uno… ¡empezamos! Cojo el mapa y trotando muy
despacito en la misma dirección lo oriento, veo donde estamos, veo las balizas
cómo están distribuidas en el mapa, decido ir hacia el noroeste en sentido
antihorario… y ¡a volar! Primera, segunda, tercera, cuarta balizas clavadas y a
muy buen ritmo. ¡Qué barrios más raros, tan pronto está uno en ciudad como en
campo, sorteando chimeneas como si fuesen tocones! Veo poca gente, quizás han
optado por otra estrategia… De la cuarta a la quinta baliza me confío, creo
saber por dónde es, dejo de leer tanto el mapa y le doy a las patas, que ahora
responden de maravilla… ¡Quieto! ¿Y esta rotonda que hace aquí? Vaya tela… ya
la hemos liado, vuelta para atrás… vamos a ver, vamos a ver… ¡¡Mi****!! Vaya
fallo tonto (ja, ja, como todos…), ya nos hemos dejado ahí tres o cuatro
minutos nada más empezar. Pero bueno, no nos pongamos nerviosos, que esta
prueba es larga y queda mucho. Una y no más, a leer el mapa y a correr cuando
se pueda. A partir de aquí sigo clavando todas las balizas, con apenas un
pequeño fallo de entrada y salida de una calle que no era. Muy buena estrategia
creo, y buen ritmo. Pico Baliza 100, seguimos las cintas hasta el parque y
picamos neutralización. Tomamos aire, descargamos, limpiamos y a seguir.
Me dicen que los primeros senior van ahí delante, a unos
minutillos. De hecho los veo salir con la bici cuando cruzo el puente hacia la
transición. Muchos ánimos de la gente y de la organización, que siempre se
agradece. Qué buen ambiente, ¡estoy disfrutando! Me pongo el casco y las zapas
de bici en un santiamén, guardo la brújula y me hecho una barrita a la boca
mientras coloco el mapa. Va a haber que exprimirse… Salgo con la bici, terreno
favorable en el que ser rueda rápido… así que cuidado, hay que acostumbrarse al
nuevo mapa, su simbología, sus colores, su escala… y también al nuevo medio, que
en la bici se avanza muuucho y más cuesta abajo. Vale, tomo referencias, voy
leyendo e interpretando símbolos...(esta casa no sale, aquélla está pintada de
esta manera, esta valla aparece…). Ok, ¡nos vamos a tope a por la primera! En
el primer desvío, el terreno me avisa de que, pese al poco desnivel de la zona
central del mapa, esto no va a ser un paseo por la presencia de arena que
dificulta el rodar de la bici. Entrando a por la primera, me cruzo con Marco
que baja como una exhalación. Yo no voy
cojo, así que seguiremos apretando y poquito a poco, sobre todo con mucha
concentración. Hay que leerlo todo, verlo todo, pensarlo todo, como si uno
fuese un ciego leyendo un texto en braille… que no se escape un detalle del
mapa. La clave está en ser capaz de ir leyendo a la vez que uno se mueve, para
tener decidido para dónde tirar cuando lleguemos al desvío.
Segunda, tercera, cuarta, quinta… voy rodando muy rápido,
sin dudar. No me complico en absoluto con recortes o estrategias raras. Sólo
caminos anchos y claros, los que aparecen bien pintados en el mapa, aunque
aparentemente sea dar más vuelta. Voy viendo a Marco en algunos puntos. No se
está yendo, lo tengo ahí. Pero ojo con cegarse, no nos pasemos, que lo más duro
está por venir en la sección de O-pie. Hay que reservar. Ritmo, ritmo, ritmo… y
concentración.
Pasamos por la zona de transición en un bucle yendo a buscar
la baliza 6. Veo a mucha gente que está haciendo el mapa de la Liga Provincial,
muchos de “mis niños” y “mis papis” del cole, nos animamos fugazmente, a
algunos ni los veo, pero reconozco sus voces. ¡Qué bonito y qué alegría!
“¡Venga dale caña!” – me grita alguien – “¡que los tienes
ahí!”. ¿Así que “los tienes”? Es decir, que hay más de uno, que no va sólo
Marco delante… Pues “palante” que llevo muy buenas sensaciones. En efecto,
saliendo de la baliza 6, en la subida desde la rambla, los veo salir de la
baliza. Marco y otro chaval que no reconozco. La subida desde la baliza 6 hasta
el desvío para la 7 es larga y dura, con mucha arena, sin desvíos, sin
necesidad de leer mucho el mapa. Me da tiempo de pensar en los que vienen por
detrás, de mi categoría y de otras, si se habrán perdido o no, si se les está
haciendo larga la carrera… Lo cierto es que es una señora etapa de bici, con
mucho ratoneo en la zona de vega que exige la máxima concentración… y todavía
me queda un rato de eso.
Verdaderamente, la larga subida ha merecido la pena porque
las vistas bajando son impresionantes. Eso sí, no se deleita uno mucho mirando
porque los desvíos y las siguientes balizas están al caer. Pico la 7 de entrada
y salida, cruzándome con mis compañeros de cabeza. Idem en la 8, pero ya
saliendo de ésta los engancho. Ya vamos los tres juntos. Tremenda bajada con
arena traicionera y alguna curva repentina. Algún despistillo de camino hacia
la nueve nos separa momentáneamente, pero en seguida nos volvemos a juntar.
Picamos muy rápido las tres últimas y finalmente llegamos por la rambla hasta
la transición 2. Estos últimos metros de rambla, más anchos y sin desvíos que decidir,
me han servido para echarme a la boca otra barrita, pues la batalla se avecina
dura.
Nos cambiamos de zapatillas, quitamos cascos, bebemos el
último sorbo de isotónica de la mochila, sacamos brújula, nos dan el mapa y…
allí que se plantan los tres “tenores” ante el escenario ondulado y laberíntico
que nos estaba esperando. Mucha gente en la transición nos ha animado, Juanma
Casado echando fotos con la emoción del que sabe bien lo que se siente al estar
ahí blandiendo espadas… ¡Trepidante! El Campeonato de Andalucía de Duatlón de
Orientación se estaba jugando allí mismo, quedaba “sólo” una sección para
decidir el título… pero todos sabíamos que era “la sección”. Un puñado de
controles en los que si no se va fino, con la cabeza fría y manteniendo la concentración
para navegar, se puede perder mucho tiempo. Y esto, cuando ya el cansancio va
haciendo mella tras la urbana y la señora bici, y el amigo Lorenzo dejándose
notar con fuerza, no es empresa fácil.
Picamos las primeras balizas los tres juntos. Vamos muy
concentrados, sin decir nada, cada uno metido en su mapa y tomando sus propias
decisiones, variando ligeramente rumbos y ataques, pero coincidiendo en la
picada. Pasamos bajo la autovía, vaguada ancha en ascenso, Marco baja un
poquito el ritmo para comerse algo, José Manuel García, del club COMA, también
enlentece algo su marcha, quizá pensando su estrategia de carrera. Yo lo veo
claro, sigo adelante, cruce de arroyos principales a la derecha y pico la
cinco. Ellos pican enseguida, pero yo ya no miro para atrás, he decidido
escaparme del laberinto de vaguadas y espolones y atacar la baliza 6 dando un
rodeo por la izquierda, subiendo fuerte al principio y bordeando los cortados.
No los escucho detrás, quizás hayan decidido ir por abajo. No importa, creo que
mi decisión no es mala, pero toca apretar el ritmo y las piernas ya no
responden como hace un rato. Llego arriba y cruzo los caminos que hace poco
habíamos pasado en la bici, los de las vistas impresionantes sobre la olla de
Guadix y la cara noreste de Sierra Nevada. Ahora el terreno es favorable y me
lleva pronto a la 6, sin dudas, del tirón. Saliendo de ésta me cruzo con José
Manuel, que parece que había decidido atacar por arriba como yo. Viene muy
cerquita, no hay que relajarse. Así pues, sigo apretando bien en las bajadas,
saltando y casi “esquiando” por los terraplenes, y avanzando todo lo rápido que
puedo por las ramblas. Voy muy cómodo leyendo el mapa y voy clavando los
controles. Eso sí, en las subidas infernales de ese terreno aserrado y agresivo
no voy tan cómodo. Me faltan pinos para agarrarme y la brújula casi actúa de
piolet en ciertos momentos… Pero hay que apretar, que estamos ahí…
Llegando creo a la baliza 10, veo que José M. viene muy
cerca. Cometo un error y me meto en un par de vaguadas “más profundas de la
cuenta” a la hora de atacarla, mientras que él sube por el espolón y dando un
pequeño rodeo pica antes y toma unos metros de ventaja. ¡Me cachis! ¡Como
llegue antes a la transición va a ser casi imposible recuperar la distancia!
Sin embargo, en la siguiente baliza, la penúltima, situada en un espolón,
parece que ocurre justo lo contrario: cuando yo llegaba hacia abajo para
picarla veo que él sale de la vaguada de la izquierda, con las manos en las
rodillas. Picamos juntos, perfecto, hemos recuperado esos metros. Nos vamos a
la última baliza prácticamente en sprint, en terreno de bajada. Está situada en
un montículo elevado, como una aguja de tierra sosteniendo en lo alto el trapo
blanco y naranja. Me adelanto unos metros en la bajada y consigo picar primero.
Desde lo alto, lo lógico sería volver por donde uno ha subido y encarar
finalmente la recta hacia la transición… pero la adrenalina de la situación me
lleva por el camino temerario de lanzarme al cortado en trayectoria directa. Bueno,
un par de saltos y estamos echando chispas por el bosque hacia las bicis. Luego
me entero que mi compañero de aventura hizo también lo mismo… y es que ¡algo de
cabras tenemos los orientadores!
Total, que llego a la transición con el corazón en la garganta,
casi al vuelo me pongo el casco y la mochila, las zapatillas de la bici ya las
había dejado metidas en la mochila previendo una apretada llegada de estas… y
así, haciendo equilibrio con las zapatillas de trail sobre mis pedales
“bate-huevos”, y con la brújula todavía en el dedo, me lanzo en un agónico
descenso por la rambla hacia la meta. Al salir de la transición, escucho a
alguien de la organización decirle a otro: “¡Oye, avisa a meta que ya van para
allá los primeros!”. Qué duda cabe que estas palabras y la visión de entrar en
meta primero te dan alas para mover el plato grande con todas tus fuerzas y
pasar por encima de esas simpáticas arenas de rambla que se empeñan
obstinadamente en que vayas más
despacio.
A mitad del descenso, al final de una larga recta, miro
hacia atrás y compruebo que no me sigue nadie. ¡Qué raro, si venía pegado a mí!
No creo que se haya parado a ponerse las zapatillas de bici… ¿? (luego me
enteré de que había tenido la mala suerte de encontrarse la rueda delantera
pinchada). El caso es que esto me da la tranquilidad, no para bajar un ritmo
que ya es máximo y encaminado a meta, pero para saber que no me voy a tener que
“sacar las bielas” intentando aumentarlo algo más.
Todo el personal de la organización me dirige con claridad a
la transición, dejo la bici y me dirijo sin parar un segundo a meta, con casco
y mochila. Mientras cruzo el puente
escucho a mi amigo Manuel Jabalera por megafonía anunciando mi llegada. Mucha
gente en la entrada al parque, muchos muchos ánimos. Uno en ese momento ya va
levitando, no sientes el cansancio. Vas determinado a meta y nada te puede
parar, aunque escuchas cada palabra de apoyo y la agradeces. Y en mi caso,
desde ese momento en que miré atrás en la rambla y vi que no me seguían, sólo
me rondaba en la cabeza el llegar a la recta final y buscar a mi pequeño Mateo
para entrar con él bajo el arco de meta. Y así fue, ¡lo había conseguido!
Para mí ha sido una experiencia preciosa, tres horas de
competición al máximo haciendo lo que a uno más le apasiona. Así pues, no puedo
sino agradecer enormemente todo el esfuerzo que tanta gente ha dedicado para
hacer este evento posible. En especial, a Manuel Jabalera, que sé que llevaba
mucho tiempo currándose todo el evento, trabajando mapas y mil otras cosas; A
Juanma Casado, por los excelentes trazados que sacaban el máximo partido a la
zona y establecieron una competición de mucho nivel; y a todos los demás del
club Veleta que allí estuvisteis dando forma a la carrera, como Marisol, José
Antonio, Cayetano y muchos otros. GRACIAS
a todos y enhorabuena. Y no nos desanimemos por los pequeños fallos que
haya podido haber. Si no se organiza nada no hay fallos, pero no se ofrecen
estupendos fines de semana como este pasado a todos los que nos gusta este
mundo. Estamos orgullosos de haber podido participar en todo un Campeonato de
Andalucía de Duatlón en nuestra tierra. Este es el hecho y eso es lo que queda.
Repito, ¡¡GRACIAS y ENHORABUENA!!
Juanfra Marín
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